Leviatán / Editorial
Entre la Festividad y el Riesgo:
La instalación del monumental árbol de navidad en la plaza de armas del municipio de San Luis Potosí.
El municipio como autoridad más cercana al ciudadano de a pie, no ha entendido que los accidentes masivos, con sus consecuentes crisis y desgracias, ocurren cuando se deja de hacer la prevención.
Durante varios días, miles de transeúntes y decenas de empleados municipales transitaron y laboraron en la plaza de armas del centro histórico de la capital potosina, viviendo paso a paso un alto riesgo de sufrir serias lesiones o consecuencias más graves.
Ignacio Rafael Acosta Díaz de León / 3 de Noviembre de 2024
Sin duda alguna, a todos nos entusiasma la llegada de la navidad. El entorno que se crea en torno a ella parecería que podría cambiar, aunque sea temporalmente, algunas de las preocupaciones cotidianas y hace que por lo menos en lo individual que las personas se sientan más tranquilas.
Si a ese ambiente se le suman toda la parafernalia, mercadológica, religiosa o sincera, entre mensajes, canciones, aguinaldo, buenos deseos, regalos y decoraciones, se concreta de manera general por lo menos dos semanas de un ambiente familiar y social realmente acogedor.
Respecto a la decoración de espacios públicos, sobre todo en oficinas, plazas, calles y avenidas, se ha hecho costumbre dentro de las acciones y presupuesto de los gobiernos, sobre todo del ámbito municipal y en algunos casos de los estados, que seamos testigos de cómo se alegran diversos escenarios y lugares clásicos o históricos de la ciudad cuya belleza arquitectónica y estética resalta por la creatividad de la decoración y la iluminación estética que las adorna.
Desafortunadamente, durante la instalación del “monumental” árbol navideño en la plaza de armas, que llegó hace apenas unos días, desconociéndose si las estructuras son compradas, rentadas o prestadas, pudo observarse la irresponsabilidad hacia ciudadanos y empleados de municipio de la capital que trabajaron diligentemente es esa acción, debida a la ignorancia, omisión y/o desidia de los titulares de diversas áreas del municipio de San Luis Potosí, empezando por el secretario general del ayuntamiento, siguiendo por Christian Azuara, director de servicios municipales, el coordinador de alumbrado público, Antonio Alemán Hernández y sobre todo del titular de protección civil municipal, Adrián Cortázar Ruiz, quien organizacionalmente depende de forma inexplicable de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del comisario Juan Antonio Villa, ya que son áreas con funciones, alcances y objetivos completamente distintos.
Durante los procesos de transporte, armado en tierra y sobre todo durante el ensamble en las alturas hasta alcanzar el tamaño diseñado de alrededor de 20 metros, la instalación del árbol fue de alto riesgo debido a las condiciones del trabajo, pero sobre todo por las múltiples y diversas violaciones a las normas de seguridad y las altas dosis de temeridad observadas por ignorancia o por falta de supervisión, pudiendo haber ocurrido que de una festividad se pasara a una desgracia producto de la improvisación de los funcionarios señalados, a quienes parecía que la seguridad fue solo un adorno más, tan endeble como las esferas que decorarían el árbol navideño.
Sobre todo, durante la fase de instalación de la estructura del árbol navideño se observó el gran riesgo y vulnerabilidad de quienes transitaban por el lugar durante varios días, y de manera preocupante comprobar que los empleados municipales tuvieron que realizar sus labores poniendo en riesgo su integridad y su vida, sin dejar de ser irónico que entre la buena voluntad de crear armonía y unión a través de un símbolo como el árbol navideño, se expuso gravemente a trabajadores y ciudadanos a riesgos que pudieron convertir las celebraciones en una tragedia.
A no ser por lo delicado del tema, parecería atractivo, pero sin duda alguna no lo fue, ver a los trabajadores municipales balanceándose para no perder el equilibrio, bailando en las alturas entre fierros, herramientas y cables, aventando pesadas herramientas que en ocasiones violentamente caían al suelo, escalando decenas de veces hasta lo más alto de la estructura del árbol, entre gritos, chiflidos y señales, sin más protección que la bendición navideña, revelando la alarmante falta de protocolos de protección y seguridad y poniendo en entredicho la responsabilidad y capacidad de la autoridad municipal, que de forma innecesaria descuidó los graves a la vez potencialmente riesgos mortales.
Con la duda siempre presente si realmente no hay presupuesto para hacer funcionar las grúas del ayuntamiento, o en todo caso, realizar la renta de una de ellas, en todo momento los trabajadores realizaron su cometido, entre bromas, albures, risas y sin duda alguna gran dedicación, pero desafortunadamente sin contar con el mínimo equipo necesario para su seguridad y protección; sin aplicar las mínimas reglas de seguridad, ni para ellos, ni para quienes por ahí transitaban; sin la mínima señalización para desviar el paso de las personas hacia zonas alejadas del riesgo de caerles una estructura de gran peso y tamaño; sin la mínima supervisión de los titulares de las áreas; sin la mínima presencia de por lo menos de una persona con experiencia en estas acciones de la dirección de protección civil municipal.
Además, a pesar de que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reveló en un estudio que cerca del 35% de los accidentes laborales mortales están relacionados con trabajos en altura, dato que quizás debería de hacer reflexionar a las autoridades municipales, los funcionarios demostraron total desinterés, desconocimiento y nula aplicación mínima de diversas normas obligatorias en estos escenarios, particularmente la Norma Oficial Mexicana 009, específicamente diseñada para regular los trabajos en altura, que a la vez establece requisitos fundamentales que fueron sistemáticamente ignorados durante la instalación del árbol navideño.
Entre los principales requisitos de la norma, se encuentra la obligación de uso de equipo de Protección Personal, exigiendo arneses certificados, líneas de vida, cascos y calzado antideslizante; además, la necesidad de tener la debida Señalización y Delimitación, al considerar la obligatoriedad de acordonar completamente el área de trabajo, colocar señales de advertencia visibles y restringir el acceso a personas no autorizadas, lo cual tampoco se cumplió.
También, la norma señalada expone además diversos riesgos asociados por no aplicar las medidas obligatorias, que son múltiples y potencialmente fatales ya que estadísticamente, las caídas desde alturas de mayores de 3 metros, representan una de las principales causas de muerte laboral, con una probabilidad de lesión grave superior al 60%, además de los riesgos para transeúntes por la ausencia de señalización que expone a los ciudadanos a posibles impactos de herramientas, materiales o incluso de trabajadores y las lesiones musculo esqueléticas para los empleados debido a la manipulación inadecuada de cargas y la falta de equipo ergonómico que aumenta el riesgo de lesiones permanentes.
En fin, todo lo anterior representaba un escenario de riesgo inmejorable y la “mejor” receta para una desgracia que afortunadamente no ocurrió, resaltando lo innecesario de poner en esa situación a peatones y a los de casa, cuando a empresarios de cualquier tamaño, las visitas de supervisión de las medidas de protección civil, son “como marca el reglamento”, a menos claro que haya un interés de por medio o un arreglo previo.
¿Cuáles hubieran las sanciones y de cuánto habría sido la multa si cualquiera de nosotros de forma particular hubiera realizado una obra similar en un proyecto privado? Usted amable lector, tiene la respuesta, pero en todo caso le dejo una idea aproximada de lo que pasaría en este cuestionamiento: primero la imposición de diversas multas potenciales por parte de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y de las autoridades municipales, que pudieran ascender a millas de pesos; la posibilidad de diversas demandas laborales por no cumplir con las medidas mínimas de seguridad y protección; el alto riesgo de suspensión temporal o definitivo del proyecto y en todo caso en una última posibilidad, la responsabilidad penal en caso de que pudiera ocurrir un accidente grave.
Lo más cuestionable de todo lo anterior, son las prioridades del director de Protección Civil municipal, Adrián Cortázar Ruiz, con una licenciatura de tres años por la Universidad Popular Autónoma de Veracruz, quien parece más interesado y al pendiente de sus negocios para conseguir y conservar clientes para las consultorías y capacitaciones de su empresa “Quality Safety Services”, que por garantizar la seguridad de los trabajadores y ciudadanos del municipio capitalino, entendiendo quizás que la prevención de riesgos es más un negocio y no su responsabilidad pública.
Este funcionario contradictoriamente se afana en promocionar desde su empresa y como director de protección civil municipal la seguridad y la protección, al promocionar en su página web diversas capacitaciones en trabajo en alturas y rescate vertical, o en diversas pláticas como la que recientemente impartió en el taller dirigido a estudiantes de la facultad del Hábitat de la UASLP con el tema: “La Seguridad como una necesidad en nuestras obras y en nuestro entorno”.
Realmente sería penoso que el citado funcionario dedicara más tiempo, recursos y esfuerzos a sus intereses particulares que a la responsabilidad que aceptó de dirigir una de las áreas más sensibles de la administración pública, estando legalmente impedido para realizar las dos funciones al mismo tiempo, ya que existiría un grave conflicto de intereses y posible tráfico de influencias, o lo que sería peor, que usara su posición como funcionario para promover y conservar y agrandar su cartera de clientes.
No se debió, ni se debe permitir que las acciones para hacer mejor cualquier celebración por importante que sea, se conviertan en un interminable hilo de improvisaciones e irresponsabilidades, o, pero aun que las desgracias que pudieron hacer ocurrido, fueran producto del desinterés, ignorancia o abulia de los responsables de la seguridad de ciudadanos y empleados municipales.
No debemos anteponer la festividad y la celebración a la seguridad y al riesgo, disfrazándolas de espíritu navideño o de lo que sea.
De forma urgente y necesaria, la sociedad potosina merece además de un árbol de Navidad, un gobierno que le dé prioridad a la seguridad y la protección a la ciudadanía sobre el espectáculo efímero y a las acciones que abonen al desarrollo integral tan urgente y necesario para todas y todos quienes aquí habitamos.





