El relanzamiento del PAN: Más de lo mismo. ¿Renacimiento o funeral con mariachi?
Por: El Ángel guardián / 21 de octubre de 2025
¡Ah, el Partido Acción Nacional! Ese partido político que una vez fue un glorioso bastión de la derecha mexicana; que alguna vez presumió de ser la alternativa seria, moderna y democrática frente al dinosaurio priista; el antiguo instituto político serio, interesado en el bien común, en la defensa de la democracia y con líderes de cepa que parece que ya se extinguió, hoy parece más bien un fósil en exhibición en un museo olvidado, con el mismo polvo, las mismas caras y el mismo discurso de hace veinte años.
Si el evento del sábado 18 de octubre pretendía ser la punta de lanza de su relanzamiento… más bien parecería que fue el último clavo en el ataúd, aunque la experiencia y las actitudes de sus liderazgos nos han enseñado que siempre será posible enterrarlo un metro más abajo.
La presidenta tiene razón (y eso es preocupante)
Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum dice que el PRI está muerto y que el siguiente en la fila es el PAN, uno no puede evitar asentir con una mezcla de resignación y sarcasmo.
Porque si el PRI murió de corrupción, el PAN parece estar muriendo de irrelevancia y a ambos los está uniendo en esa acta de defunción el descrédito que tienen en la ciudadanía.
El evento del relanzamiento del PAN fue como ver una obra de teatro donde los actores olvidaron el guion, repitieron los chistes malos y se pelearon por el micrófono. Un espectáculo tan hueco que ni los grillos quisieron hacer ruido.
Xóchitl y Anaya: ¿Relanzamiento o reciclaje?
Ahí media reluciente, como en campaña, estaba Xóchitl Gálvez, ovacionada como si fuera la última esperanza azul. El problema es que todos saben —menos los que estaban en el evento, aparentemente— que ella está más cerca de fundar su propio partido que de seguir en el PAN. Su discurso fue como una carta de despedida disfrazada de arenga.
Luego apareció Ricardo Anaya, el hombre que convirtió al PAN en su trampolín personal rumbo al fracaso presidencial. Desde que lo presidió, el partido no ha levantado ni para pagar la renta de sus oficinas. Pero ahí estaba, como si nada hubiera pasado, como si no le hubiera dado en la madre al partido con su ambición desmedida.
Y el resto… bueno, el resto eran las mismas caras de siempre.
Los mismos discursos. Las mismas promesas. El mismo PowerPoint de hace tres sexenios. Si esto es un relanzamiento, entonces el Titanic también se relanzó cuando tocó fondo.
San Luis Potosí: el rincón del surrealismo panista
Y si el panorama nacional es triste, el local es francamente tragicómico. En San Luis Potosí, el PAN parece más una reunión de exalumnos que un partido político.
Ahí estaba la senadora, presidenta estatal y aspirante ya no tan oculta a la gubernatura por acción nacional, Verónica Rodríguez, aunque pocos la conozcan en su colonia; El recién salvado de sus cuentas públicas, el diputado local Marcelino Rivera, representante indígena de la Huasteca, quien no puede pisar la región porque le cargan más paquetes que en el Xantolo, los tres, junto a Rubén Guajardo, vencidos, vendidos y comprometidos, al ir a negociar en las altas esferas del estado el perdón a Marcelino por sus cuentas pendientes de presunta corrupción de cuando fue alcalde de uno de los municipios más pobres del estado.
Luego aparece Mireya, ahora diputada, con una calificación de 2.4, quien según la senadora es un liderazgo fuerte y reconocido… si acaso en Ciudad del Maíz. Un municipio que es mucho más chico que cualquier distrito de la capital. Y que, dicho sea de paso, dejó de ser gobernado por el PAN justo después de que ella fuera alcaldesa y que, según dicen, sus cuentas aún no están del todo claras, aunque se obstinen en argumentar lo contrario, sin comprobar lo contrario.
Si eso es liderazgo e influencia en la ciudadanía, entonces el PAN debería empezar a reclutar “influencer’s” de TikTok, o artistas de la plaza del Carmen.
Y, por último, el solitario Rubén Guajardo. Un recién titulado abogado, que jura y perjura que no tiene despacho para litigar, aún y cuando todos saben que notificaciones de diversos casos que lleva en defensa de ex alcaldes de su partido llegan a su oficina en la calle de Ignacio de la Llave, lugar donde, por cierto, se han celebrado unas carnes asadas de miedo para celebrar los triunfos de tener una magistrada que Rubén y su grupo creen que será su incondicional aliada, con una actitud como si hubieran descubierto América.
Guajardo, un político que más parece un monólogo que una figura pública. Sus únicos escuderos son a quienes les da chamba, no importa si son panistas o priistas con nexos vivos con la “maldita herencia”, quienes son los únicos que le dan “likes” a sus publicaciones y las comparte como si fueran revelaciones divinas. Rubén tiene que decidir si va por la diputación federal o por la alcaldía, pero no se necesita ser brujo para saber cómo le va a ir. Spoiler: no bien.
¿Representación? ¿Territorio? ¿Liderazgo? Puras palabras bonitas para adornar el vacío.
Así está el relanzamiento del PAN: sin ideas, sin caras nuevas, sin rumbo. Un partido que se aferra a sus ruinas como si fueran reliquias sagradas. Y mientras tanto, la ciudadanía y la democracia mexicana siguen esperando una oposición que valga la pena. Una que no se presente como el “menos peor”, sino como una alternativa real. Pero hasta hoy, lo único que ofrece el PAN es nostalgia, reciclaje y discursos que ya ni sus militantes creen.
¿Oposición? ¿Dónde? Pobre México. Sin oposición digna, sin contrapeso que valga. Y un PAN que, en lugar de relanzarse efectivamente, se empeña a estar diseñando y ensayando su epitafio.

