• 16 octubre, 2025 07:03

Inundaciones, contingencia y la cruzada por los reflectores.

Por: El Ángel guardián / 16 de octubre de 2025

Mientras la Huasteca potosina se ahogaba literalmente entre ríos desbordados y tragedias humanas que nadie debería padecer, un hombre emergió del asfalto capitalino, con el ímpetu de socorrista, pero indudablemente también con intereses políticos en el ya casi corto plazo: Enrique Galindo Ceballos, alcalde de San Luis Potosí, convertido de pronto en rescatista de ocasión, bombero de medio tiempo y protector emergente de tierras que no gobierna y no conoce a fondo.

Sí, el que en su tiempo de candidato a la alcaldía prometió agua, seguridad y servicios de calidad a los potosinos de la capital, anduvo repartiendo abrazos empapados y discursos enlodados a cientos de kilómetros de donde tiene sus verdaderas responsabilidades, olvidándose que su mandato no incluye el turismo humanitario, la exportación temporal de patrullas o poniendo en riesgo a servidores públicos completamente necesarios para la población del municipio capitalino.

Dicen que el poder es como el agua: si no se canaliza, se desborda. Y vaya que el alcalde lo tomó literal. La capital potosina sigue con calles que más parecen pistas de obstáculos, fugas que hacen brotar fuentes improvisadas en muchas colonias, en las que abrir la llave es un acto de fe. Pero al alcalde le pareció más urgente mandar a los policías municipales —sí, los mismos que deberían cuidar a las familias potosinas— hasta la Huasteca, para tomarse la foto de la “solidaridad”.

Uno pensaría que con tanto desplazamiento de recursos humanos y materiales, el alcalde Galindo pretendería instalar una sucursal del Ayuntamiento en la huasteca, pero no: fue a una excursión mediática, quizás como parte de la estrategia política que algunos asesores que desconocen la realidad le recomiendan o por consejo de funcionarios cercanos, parte de la herencia maldita,  que vendieron su lealtad al alcalde a cambio de quedar a salvo de órdenes de aprehensión e investigaciones por desvíos de recursos de cuando fueron titulares de gabinete en la administración estatal pasada y gritando sin vergüenza alguna y a micro abierto, todas las loas y alabanzas al gobernador.

Y claro, por otra parte, los medios y redes sociales “amigas” hicieron su parte: fotos, notas, posts y hashtags. Porque nada mejor para la comunicación de la imagen de un político que posar con las botas llenas de lodo, sin importar que, en la capital, los vecinos llenen los baches con tierra y la esperanza de que algún día no existan más.

En su estilo anteriormente afable, ahora parecería que el alcalde Galindo sufre de un síntoma muy común en los políticos: el del reflector: Una necesidad urgente de estar donde están las cámaras, aunque eso signifique abandonar donde están los problemas, y vaya que en San Luis sobran problemas. La inseguridad ha rebasado a la Policía Municipal: Los robos siguen, la gente vive con miedo, la única patrulla que se ve pasar es la de la selfie política y su titular anda recuperándose de un accidente en el que no debió estar y con serios roces con otros funcionarios.

Pero el edil, en su vocación de salvador de causas ajenas, decidió que su prioridad no es el agua que no abastece a las colonias, ni los baches que ya compiten con las lagunas de la Huasteca. Su prioridad parecería ser es estar ocupado, aunque no siempre en lo que son sus principales responsabilidades.

Resulta curioso que cada vez que hay un desastre fuera de la capital, el alcalde se vuelve un experto en empatía de la emergencia y en un influencer humanitario, como si el sufrimiento ajeno fuera un trampolín para reforzar el brillo político que día a día y cada vez con más sudor se consigue obtener del imaginario colectivo, con fines políticos, claro y, mientras tanto, los votantes que lo llevaron al cargo siguen esperando: esperando agua, esperando calles transitables, esperando seguridad, esperando… lo que sea de lo que prometió y hasta ahora no ha cumplido.

Todo lo anterior podría dar a pensar que los asesores de los políticos han encontrado una formula maldita: entre menos funcione un gobierno, más fotos necesitan fuera de su jurisdicción. Y así, de pronto, alcaldes y gobernadores se convierten en peregrinos de la desgracia, usando el dolor ajeno como propaganda itinerante.

Pero al final de todo, lo grave no es solo el gesto oportunista, sino el costo que tiene. Enviar elementos de la policía capitalina a otro municipio no es un acto simbólico; es una irresponsabilidad operativa. Mientras los uniformados posan junto al alcalde en zonas afectadas, los potosinos se quedan sin vigilancia real.

¿Quién cuida la capital mientras el alcalde viaja en lancha con el gobernador y se toma selfies en la huasteca? ¿Quién supervisa y dirige las acciones para responder a los reportes de robo, a las fugas de agua, a los semáforos que no sirven y a los baches que ya son patrimonio municipal?

La respuesta es sencilla: nadie.

Porque todos, incluyendo al propio Galindo, andan ocupados en giras de oportunismo solidario. El alcalde parece haber olvidado que fue elegido para gobernar la capital, no para andar de gira humanitaria. Y aunque su discurso suene empático, la realidad huele —como las calles tras las lluvias— a cierta irresponsabilidad húmeda, porque cuando se elige a los reflectores en lugar de los resultados, los votantes pierden dos veces: pierden servicios y pierden confianza.

Así que, mientras la Huasteca se recupera del agua y el lodo, la capital sigue con problemas de inseguridad, falta de agua, malos servicios públicos y el oportunismo político, y los responsables de que esto mejore, siguen navegando; no en las aguas del deber, sino en el gran océano del protagonismo.

En política, algunos se ahogan en sus propias ambiciones. Otros, en cambio, prefieren surfear sobre la tragedia humana y flotar en el olvido de sus responsabilidades.

Sin paridad de género el gabinete del Municipio de San Luis Potosí.

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