Municipio Villa de Pozos:
Una libertad que está costando cara.
Reflexiones de Samuel Moreno ✒️ / 18 de diciembre de 2025
Hay ironías que sólo la política mexicana sabe producir con tanta crudeza. Villa de Pozos luchó durante años por un anhelo legítimo: dejar de ser delegación y convertirse en municipio, con la promesa de decidir su propio rumbo, administrar sus recursos y construir un desarrollo más justo para su gente. Hoy, a poco más de un año de haber conquistado esa libertad, el nuevo municipio enfrenta una realidad incómoda: la autonomía llegó, pero también los viejos vicios.
El 22 de julio de 2024 quedó marcado como un día histórico. El Congreso del Estado aprobó la creación de Villa de Pozos como el municipio número 59 de San Luis Potosí, con efectos a partir del 1 de octubre. Se cerraba así un ciclo de casi ocho décadas de dependencia de la capital y se abría otro cargado de expectativas. Pozos es tierra de gente trabajadora, organizada y creyente que el cambio administrativo traería también un cambio político y social.
Sin embargo, en pleno 2025, el sueño comenzó a resquebrajarse. El Concejo Municipal, figura provisional llamada a garantizar una transición ordenada, se convirtió en protagonista de una cadena de polémicas que exhiben más ambición que responsabilidad pública. La destitución de su primera presidenta concejal, Teresa Rivera Acevedo, y la llegada de la exdiputada del Partido Verde Ecologista de México, Patricia Aradillas Aradillas, fue apenas el primer síntoma de un proceso accidentado y opaco.
Lo que terminó por encender la indignación fue la intención de los integrantes del concejo de asignarse un “bono” navideño superior a los 200 mil pesos, bajo el argumento de que “se lo merecían”. El episodio no sólo reveló una desconexión alarmante con la realidad social de Pozos, sino que obligó al Congreso del Estado a intervenir de manera drástica: la remoción total del concejo y la integración de 14 nuevos perfiles.
Pero la destitución, más que tranquilizar, dejó nuevas dudas.
Lo verdaderamente llamativo no fue que se fueran los concejales regidores iniciales, sino la velocidad con la que
llegaron sus reemplazos. Todo ocurrió con una precisión irreal, como si estuviera pactado desde antes. No hubo explicaciones claras, ni procesos públicos visibles, ni tiempo para que la ciudadanía comprendiera qué estaba ocurriendo. Más que improvisación, pareció una obra ensayada, con actores listos para entrar a escena en cuanto cayó el telón.
El trasfondo resulta todavía más preocupante. Villa de Pozos se ha convertido en un experimento político que se reparte sin pudor. Los movimientos dentro del concejo reflejan acuerdos cupulares donde pesan más las lealtades que los méritos. En ese tablero aparecen nombres ligados tanto al Partido Verde como al PAN, figuras conocidas por su cercanía con el poder antes que por su trabajo comunitario. El caso del hijo del presidente municipal de San Luis Potosí Enrique Galindo Ceballos, Sebastián Galindo Arriaga, es emblemático: su incorporación difícilmente se sostiene en una trayectoria sólida, pero sí en un apellido estratégicamente colocado.
Mientras la clase política juega a la reconfiguración del poder, la vida cotidiana en Villa de Pozos sigue cuesta arriba. La transición de delegación a municipio no ha sido sencilla y los problemas se acumulan. Colonias enteras enfrentan una inseguridad creciente por la escasez de policías para un territorio amplio y complejo; la recolección de basura es deficiente; el suministro de agua es irregular y el alumbrado público deja mucho que desear. La promesa de un gobierno cercano contrasta con una administración que parece más ocupada en repartirse cargos que en atender urgencias.
Es cierto: crear un municipio no es tarea fácil. Requiere tiempo, planeación, recursos y, sobre todo, voluntad política para anteponer el interés colectivo. Pero también es cierto que quienes hoy encabezan —o administran desde las sombras— a Villa de Pozos están haciendo el proceso más difícil de lo que ya es.
Gobernar no es un botín ni una compensación por favores previos; es una responsabilidad histórica, especialmente en un municipio que apenas comienza a escribir su propia historia.

