• 16 octubre, 2025 00:05

Crónica de un domingo azul con tintes negros…

Por: El Ángel guardián / 30 de septiembre de 2025

El Comité Estatal del PAN se vistió de azul este domingo pasado, aunque en realidad el tono predominante fue un gris deslucido con ribetes negros. Se suponía que se iba a presenciar la “gran fiesta democrática” para elegir al nuevo comité municipal de la capital. Ya saben, esos ejercicios de institucionalidad que el panismo suele presumir como si todavía estuviéramos en los años 90 y Acción Nacional representara la pureza virginal frente al monstruo priista. Pero la realidad fue otra: un pleito de familia, un velorio político y, para colmo, un fallecimiento literal que puso de cabeza a todos.

El duelo que no fue sorpresa.

De un lado, el “oficialismo” alineado tras Juan Isidro Faz, hombre de tierra, operador discreto pero constante. Del otro, el regidor Eduardo Jasso, el mismo que hace años había saboreado las mieles del poder interno cuando lo apadrinaron Juan Francisco Aguilar y los Azuara; el que según corren versiones no dejaba pasar el cobro de favores por ningún motivo… ése Jasso, sobrado, inflado como pavo real en vísperas de Navidad, entró convencido de que celebraría su triunfo. La seguridad le brotaba por los poros, como si ya estuviera ensayando su discurso de ganador de la contienda frente a un espejo.

Pero la militancia panista, que suele tener memoria selectiva, esta vez decidió recordar. Y lo que recordó al regidor no le ayudó en lo más mínimo: las traiciones del edil a su propio grupo, la falta de carisma (sí, porque ser regidor no te da simpatía por decreto), y, claro, los cadáveres políticos que los Azuara arrastran como si fueran parte de un tétrico performance callejero. El resultado fue un palazo: Jasso perdió casi dos a uno. “Le dieron para llevar”, diría cualquier cronista de barrio.

Y ahí estaba Faz, levantando la mano con modestia ensayada, como diciendo: “yo no fui, fue el trabajo de tierra”. Pero todos saben que también fue el efecto boomerang de los pecados pasados y presentes “azuaristas”, que olvidaron que, en política, los muertos no descansan en paz, siguen votando… en contra.

La primera dama de todos los partidos.

En medio de la refriega, otro detalle robó reflectores: la presencia de Estela Arriaga, senadora suplente de la presidenta Verónica Rodríguez y esposa del alcalde Enrique Galindo. Él, por ocupación o por estrategia, no se apareció al recinto panista, por aquello de guardar las formas, pero sí se contó con la asistencia de su cónyuge, cuya presencia es regular en eventos del PAN, desconociéndose si ya concretó su registro como militante de ese partido.

El verdadero golpe de la jornada.

Pero lo que realmente marcó la tarde no fue el triunfo de Faz, la derrota humillante de Jasso, o la presencia de la senadora suplente. Lo que se llevó el domingo fue la muerte fulminante de Enrique Alejandro Castillo, un militante panista que cayó en plena asamblea víctima de un infarto. Y ahí se acabaron los discursos, las porras y las cuentas alegres: la realidad irrumpió con la crudeza de siempre.

La tragedia no solo fue la triste pérdida de un ser humano, sino la exhibición grotesca de las omisiones del comité. En un evento masivo, en el que se esperaban cientos de asistentes, no había personal médico, ni paramédicos, ni siquiera un botiquín de primeros auxilios. Nada. Lo único que abundaban eran discursos reciclados y militantes con más fe que prudencia.

Pregunto: si esto hubiera pasado en un salón de fiestas cualquiera o en un antro de mala muerte, ¿no estaría ya el Ayuntamiento clausurando el local? ¿No habrían llegado los inspectores a exigir “moche” para reabrir? Pero como era el Comité Estatal del PAN, lo que se impuso fue el silencio, el incómodo: “así son las cosas” y el clásico: “que quede para la reflexión”.

Reflexión final.

Hoy, el panismo de la capital no solo estrenó dirigencia: también estrenó una deuda moral. La de mirar hacia dentro y reconocer que la soberbia cobra factura, que los fantasmas del pasado pesan más que cualquier voto, y que ni la democracia partidista se salva de la negligencia más elemental. La jornada será recordada menos por el triunfo de Faz o la derrota de Jasso, y más por la paradoja de un partido que presume institucionalidad, pero no fue capaz de prever lo básico: que en un evento de masas alguien podía necesitar auxilio.

El domingo azul terminó negro. Y, como en los mejores capítulos de la política mexicana, nos queda la amarga risa sarcástica: en el PAN de San Luis se pueden perder elecciones, resucitar muertos políticos o hasta morir en plena asamblea… pero lo que nunca morirá es la improvisación.

QEPD Enrique Alejandro Castillo

Sin paridad de género el gabinete del Municipio de San Luis Potosí.

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