“El cuarto informe de gobierno en la arena del poder:
luces, estrellas, aplausos y los retos a vencer”
Por: El Ángel guardián / 25 de septiembre de 2025
San Luis Potosí vive en estos días lo que en la jerga política ya no debería llamarse “informe de gobierno”, sino espectáculos de primera clase, porque eso es lo que son la mayoría de los informes de todos los poderes y ámbitos de gobierno en los que se monta es un verdadero show, una puesta en escena cuidadosamente montada para que luzca como un concierto de talla internacional, con aplausos medidos, reflectores a todo lo que dan, pantallas gigantes y un desfile de figuras de todo el catálogo del “jet set” político, artístico, deportivo, empresarial y de quien pretenda, le interese o quiera salir en la foto y uno que otro en las listas del 2027.
Particularmente en el cuarto informe del gobernador Ricardo Gallardo, del que quizás pocos recuerden lo que se informó, lo que si quedó vivo en la memoria social y en la cámara del celular de los asistentes fueron las figuras que asistieron: desde estrellas del boxeo hasta galanes de telenovelas, pasando por actores políticos de todos los colores, empresarios de toda talla y, por supuesto, los infaltables funcionarios locales, amigos, aliados y contrincantes, que aplaudieron por consigna, interés o conveniencia.
Lo que sin duda quedó muy claro es, que sí se sabe organizar fiestas políticas que rozan un espectáculo de Las Vegas, porque si algo lució, no fueron las cifras en materia de seguridad, desarrollo o infraestructura —esas se pierden entre tanto grito y aplauso—, sino la Arena Potosí, atiborrada hasta el último asiento, con un casting tan variado que bien podría emular un espectáculo tipo “big brother”.
Los invitados de lujo: de guantes a galanes.
La lista de invitados parecía diseñada por un productor de televisión con gustos excéntricos: ahí estuvo Julio César Chávez, el boxeador más grande en la historia de México, que se llevó una ovación de pie, porque en este país se puede cuestionar a un político, pero jamás a un ídolo deportivo, por más señalamientos que tengan sus familiares cercanos. No importaba que el informe fuera sobre salud, educación o seguridad: el simple hecho de ver a Chávez bastaba para justificar la asistencia de muchos al evento.
Del lado del espectáculo apareció Sebastián Rulli, impecable en su papel de galán de telenovela, demostrando que la política potosina también necesita de glamour para seducir cámaras y votantes. Y claro, la siempre polémica Rocío Sánchez Azuara, que con su sola presencia recordaba que en este show caben tanto la lágrima fácil como la sonrisa impostada.
Junto a ellos, una procesión de gobernadores de otros estados, senadores, diputados federales, empresarios locales y nacionales que no pierden ocasión de dejarse ver donde el poder se concentra. Y, por supuesto, el alcalde regidores y síndico de la capital y de todos los municipios de todos los tamaños y colores. En pocas palabras: un “quién es quién” de la política y los negocios, con el toque farandulero suficiente para que las notas sociales tuvieran material de sobra.
El aplausómetro y la ironía de la oposición.
Pero lo que realmente llamó la atención —y aquí es donde la ironía alcanza niveles de tragicomedia— fueron los aplausos. Porque resulta que quienes más se desvivieron en elogios al gobernador Gallardo no fueron sólo sus aliados naturales, sino de sus supuestos opositores: los panistas, liderados por la senadora y presidenta del PAN, Verónica Rodríguez, aplaudiendo como si en la Arena Potosí se estuviera premiando una obra de Broadway. Le siguieron desde lo más alto del panismo Santiago Taboada y Enrique Vargas, este último incluso felicitando públicamente a su “amigo” el gobernador. En esta charola de panistas, sólo faltó el dirigente nacional, Jorge Romero, quien andaba ocupado en sus negocios inmobiliarios, pero no se olvidó del amigo potosino: mandó sus saludos por medio de su hombre de confianza, Taboada, confirmando que en la política mexicana ya no hay enemigos, solo cómplices y declaraciones temporales.
Así las cosas: los blanquiazules que deberían cuestionar, terminaron celebrando y aplaudiendo.
Del lado de los representantes de la 4T y de MORENA, prefirieron hacerse los ausentes, no por que estuvieran enojados con el gobernador, simplemente porque al parecer sin serlo, tenían “cosas más importantes que hacer”, yéndose al extremo de la descortesía política al presumir a la misma hora del informe, la afiliación del señalado empresario llegado a político huasteco Gerardo Sánchez Zumaya, ignorando la presidenta Rita Ozalia Rodríguez, las mínimas reglas de la convivencia política, o la muy nombrada por los pasillos reciente reunión del más alto nivel del citado huasteco, también pariente y financiador de Xavier Azuara, en cierta oficina de gobierno del estado.
Y no lo decimos con sorna: al propio Zumaya le encanta que lo llamen así, y presume su tonada ranchera huasteca cada que tiene oportunidad. Para Morena, mostrar a su nuevo cuadro político en redes sociales resultaba más estratégico que presentarse aplaudiendo en un evento que, para efectos prácticos, el gobernador era el dueño.
La paradoja es deliciosa: los panistas se convierten en porristas, y los morenistas en espectadores ausentes. Un verdadero cruce de papeles que confirma que, en política, los colores sirven solo para las campañas, porque en los informes el único tono que importa es el verde de cualquier tonalidad, que además se comprobó en la vestimenta de muchas de las mujeres y hombres ahí presentes.
El verdadero mensaje: El 2027 ya arrancó.
Más allá del espectáculo, los discursos y los aplausos, lo que quedó claro es que la elección del 2027 ya está en marcha. Estos informes dejaron de ser ejercicios de rendición de cuentas desde hace mucho tiempo. Hoy son escaparates de músculo político, eventos diseñados para mostrar capacidad de convocatoria, despliegue de recursos y, sobre todo, para mandar mensajes a los que decidirán candidaturas y alianzas.
Ricardo Gallardo lo sabe y lo ejecuta con precisión: llenar la Arena Potosí no es un capricho, es un mensaje: “Aquí está el poder”, parece decir, mientras las cámaras transmiten la imagen de un gobernador ovacionado no solo por los suyos, sino por sus contrincantes, que no pueden argumentar más que lo hacen por civilidad política.
El verdadero informe, pues, no está en el documento que se entregó al Congreso, ni en el discurso que se pronunció. Está en las fotos, en los videos, en las listas de invitados y en las ausencias notorias. Ese es el lenguaje político que cuenta de cara a las elecciones: quién estuvo, quién aplaudió, quién se ausentó y quién prefirió mandar saludos a través de terceros.
El turno de Galindo: El reto a vencer
Ahora las grandes incógnitas son:
- ¿Cómo responderá el alcalde capitalino, Enrique Galindo, cuando le toque rendir su informe?
- ¿Podrá convocar el mismo nivel de figuras locales y nacionales?
- ¿Tendrá el apoyo de celebridades del deporte y la televisión?
- ¿Logrará llenar el teatro bicentenario de la UASLP donde está programado su informe y no en un recinto más grande, con el mismo entusiasmo de empresarios y políticos de oposición?
La duda es legítima. Porque si el informe de Gallardo fue una demostración de fuerza, el del alcalde Galindo tendrá que ser, cuando menos, un intento de réplica.
Pero el riesgo es grande.
Si el músculo político no se exhibe con la misma contundencia, el informe de Galindo puede terminar siendo un petardo mojado que no resuene en el círculo rojo, en el círculo azul o ni siquiera en el círculo de WhatsApp de los regidores. Y en política, lo peor que puede pasar, no es la crítica, sino la indiferencia.
Pero tranquilos: en el 2027 nos volverán a prometer que ahora sí… después de la próxima función.

