• 16 octubre, 2025 00:15

La Calle Invisible y los Defensores del Descaro

Por: El Ángel guardián / 23 de septiembre de 2025

  • Hay obras que dejan huella: un puente, una escuela, un hospital…y luego, está la obra maestra de Marcelino Rivera, exalcalde de San Martín Chalchicuautla, uno de los municipios con mayor pobreza en el estado, quien logró construir —con un par de millones de pesos— la calle más innovadora de la historia: una calle invisible. Sí, esa que solo existe en los sueños húmedos de las cuentas públicas y en la imaginación fértil de los comprobantes que nunca llegaron. El Instituto de Fiscalización, que no se anda con cuentos de magia, lo sancionó por no comprobar los millones evaporados. Y ahí, como buen compañero de bancada, apareció el caballero de brillante armadura: Rubén Guajardo Barrera, el paladín de la retórica política.

El abogado de dos años… pero experto en vivir de la política.

  • Guajardo de 42 años salió a decir que el auditor “no conoce la ley”. Ahora resulta que el titular de la fiscalización del estado, con años de experiencia en el litigio, tiene que recibir clases de derecho de un flamante licenciado que apenas hace un par de años terminó la carrera. Antes de eso, su único título universitario era el de “profesional” de la política de tiempo completo, porque claro, ¿qué mejor maestro de derecho que alguien que pasó la vida saltando de curul en curul, de padrino en padrino, hasta que por fin obtuvo un título para adornar su currículo?
  • Guajardo presume con aires de Sócrates que ahora sí entiende de leyes. Pero no las leyes que rigen a los mortales, no: las leyes de la política, esas que dicen que el que paga, manda; y el que opera, cobra. Y en eso, hay que reconocerlo, es doctor honoris causa.

La defensa con precio y con apellido.

  • Porque la defensa de Marcelino no fue gratis, ni por pura amistad de bancada. Nada de que lo hace “por solidaridad”. No, señor. Según las lenguas largas del Centro Histórico, el trato fue sencillo: —Yo te defiendo en lo jurídico, tú me pagas; yo opero en lo político, y aquí no pasó nada.
  • Y claro, como Guajardo es “multitasker” de la movida, perdón, de la operación política, le puso de abogado al ex alcalde de San Martín y ahora diputado local Marcelino Rivera, por quien se desgañitó al inicio de la legislatura para que tomara protesta, a nada más y nada menos que al esposo de la ahora magistrada América Onofre, con cercanía también por los rumbos de INTERAPAS, la que —según algunas fuentes— llegó a su cargo gracias a una fina operación política donde Guajardo jugó de arquitecto. Se trataba de cerrar la puerta a Juan Paulo Almazán Cue y a cualquier otro aspirante incómodo. ¿Resultado? … Onofre en el cargo y muy probable Rubén Guajardo cobrando favores, esperando asuntos legales para litigar y repartiendo facturas.

El ajedrez de los poderosos caídos.

  • Y aquí la historia se entrelaza con otro capítulo reciente: la Sala Regional que le rompió en mil pedazos el sueño de magistrado a José Luis Ruíz Contreras. ¿Quién lo tumbó?… misterio digno de una novela de Hitchcock: ¿fueron sus propios compañeros o fue la jugada maestra de Guajardo? Una versión que corre como pólvora es que Guajardo aprovechó para acomodar piezas, sacar tajada y seguir construyendo su propio tablero. Porque si algo sabe hacer es cobrar bien en metálico y en favores, siempre en las grandes ligas.

De lo que se olvida Rubén.

  • El problema es que Rubén Guajardo cree que el escenario político es eterno, que puede seguir montando marionetas y cobrando comisiones y favores como si la función nunca terminara. Pero en política nada es eterno, y menos cuando vas dejando una estela de afectados políticos de medio y alto calibre que ya esperan su revancha. Porque, no nos hagamos tontos, la política mexicana no olvida. Y cuando cobra, lo hace bien.
  • Guajardo debería voltear a ver la lista de personajes a los que ha pisoteado, desplazado o usado como piezas de ajedrez. Están agazapados, pacientes y buscando el momento preciso para devolver los agravios. Y ese pago pendiente será un recordatorio de que en política no hay operadores eternos, sino fusibles desechables y refuerza el escenario del incierto futuro político del multi diputado local panista, de quien no se sabe bien a bien que futuro tendrá en el PAN, o si coqueteará más con el Verde o con MORENA, donde al parecer tendría más simpatizantes.

Epílogo: la calle fantasma como símbolo.

  • Al final, la calle invisible de Marcelino Rivera no solo simboliza los millones que se convirtieron en humo para la ciudadanía, no para quienes ejecutaron el presupuesto. Simboliza también el tipo de política que practican estos personajes: calles que no existen, carreras a medias presumidas como obras salvadoras de la marginación, favores disfrazados de meritocracia y defensas jurídicas convertidas en negocios de conveniencia amistosa o familiar.
  • Una política de espejismos, donde lo único real es el dinero que se embolsan y los favores que se deben. Y en ese juego, Guajardo se mueve como pez en el agua. Pero conviene recordar algo: hasta el pez más hábil termina atrapado en la red… y cuando eso pase, todos los que hoy callan, podrán decir: ¡Se lo dije!
  • Porque si algo nos enseña la historia es que la política siempre pasa factura, y el recibo de estos personajes es probable que ya esté en proceso de impresión.

Sin paridad de género el gabinete del Municipio de San Luis Potosí.

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